Durante la Edad Media, se estableció la costumbre de que los taberneros españoles obsequiasen a sus clientes con una tapita de queso manchego rehogado en aceite de oliva (que como sabes está buenÃsimo, pero es un tanto fuerte al paladar).
Y a simple vista, posiblemente creas que es un gran detalle y que la hospitalidad de los taberneros deberÃa haber sido imitada en media Europa, pero me temo que se te ha olvidado la picaresca ibérica de la que ya nos hablaba el Lazarillo de Tormes.
La gracia de esta ofrenda culinaria es que ayudaba a disimular el sabor de los vinos picados (ácido, agrio y más cercano al vinagre que a un morapio), permitiendo que se sacara partido al género estropeado.